domingo, 15 de agosto de 2010

Dueños de computadoras, con cerrazón mental
Por: Jairo Cala Otero / Periodista educador – Conferenciante

-¿Por qué los adultos dicen que el mundo se volvió una aldea?- preguntó la niña a su papá, antes de pedirle que le ayudara a investigar por qué muchos humanos no asimilan, ni aceptan todavía, que todo ha cambiado, menos ellos.
El hombre cerró el libro que leía, para responder.
-El mundo es una aldea - hija - porque desde que el hombre ha sabido hacer uso inteligente del poder interior que el Todopoderoso le concedió sin límites, ha podido reducir a su mínima expresión sus dificultades; ha simplificado los medios de que dispone para comunicarse; y se ha acercado a lugares insospechados, que ni siquiera ha visitado, para establecer relaciones de todo tipo con otras personas a las que, generalmente, tampoco conoce.
La niña pareció quedar confundida con la respuesta, por lo que atinó a preguntar de nuevo:
-¿Eso qué quiere decir, papá?
-Quiere decir, hijita, que ya no hay obstáculos para penetrar en aquellos lugares que antes estaban vedados para cualquier persona; significa que todo está reducido a maniobrar un teclado y un ratón (“mouse”) para conectarse con el resto del mundo, en menos tiempo del que necesita un gallo para cantar. Los mensajes vuelan a velocidades maravillosas; también las respuestas a esos mensajes, pero no todos tienen la cortesía de emitirlas. Grandes negocios se mueven por ese prodigioso medio de comunicación en línea, y se capitalizan enormes sumas de dinero. Pero todavía existen millones de tercos que no dan crédito a semejante esplendor.
-¿Eso que me está contando me sirve para hacer la tarea?
-Claro que sí; es la tarea misma. Sigamos. A pesar de existir tan trascendental mecanismo de comunicación, que todo lo reduce a un mínimo esfuerzo y todo lo acerca a nuestras manos, todavía hay humanos que viven en las cavernas. Bueno, no literalmente. Es una manera de decir para significar que están quedados mentalmente del proceso de celeridad tecnológica. Tienen una computadora en su casa u oficina, pero se resisten a darle adecuado uso. Algunos apenas la emplean para escribir cartas, como lo hacían en las máquinas manuales diseñadas para tal oficio. Otros se resisten a abrir una cuenta de correo electrónico porque dizque ¡les resulta costoso!; pero ese es un servicio gratuito y ellos no se han dado cuenta. Unos más tienen buzón electrónico para recibir mensajes, pero creen que ese buzón debe funcionar como los antiguos apartados aéreos, que eran unas cajuelas metálicas que una empresa de correo tradicional arrendaba a los interesados proveyéndoles de una llavecita para que las abrieran cada vez que iban en busca de correspondencia, algunas veces de remitentes clandestinos. Por tal razón mantenían en secreto el apartado aéreo. Esos se niegan a aceptar que desde cualquier parte del mundo les pueden llegar muchos mensajes; se asustan con tal avance, y lo único que se les ocurre es enviar notas -a veces agresivas- pidiendo explicaciones de por qué les escriben si ellos no conocen a los remitentes. Como si para abrirse al mundo fuese necesario conocer a todos y cada uno de los más de 6.500 millones de seres que poblamos este planeta. Así son los cerrados de mente, hija.


-¿Y por qué razón no quieren entender que el mundo es una aldea?-, preguntó de nuevo la niña.
-Por su cerrazón mental, hijita. Ellos conciben el mundo como un universo imposible de conquistar, aunque ya ha sido conquistado por muchísimos otros humanos. Están ajustados a sus anacrónicos esquemas de pensamiento, según los cuales nada es posible; así se imponen limitaciones, y con su reducida forma de concebir su mundo y el de los demás, se amargan la vida y amargan las de otros, incluidos aquellos a quienes dicen amar. Para responder a la pregunta específica de su tarea, hija, esas personas no aceptan que todo ha cambiado porque fueron criadas con mentiras y otros lastres. En su cabeza les introdujeron prohibiciones, temores absurdos, amenazas veladas y desveladas, teorías idiotizantes y aseveraciones lapidarias. Todo eso les arruinó la existencia, aunque tengan presencia física sobre la superficie de este planeta azul. Por estas y muchas otras razones, que ocuparían mucho espacio en su cuaderno, hija, es que todavía hay millares de humanos que no quieren entender que el mundo se volvió un pañuelo... ¡lleno de mucosidad, para ellos! Pero, en cambio, es un pañuelo límpido y de bolsillo para muchos otros millones que tenemos mentalidad abierta al universo para que el Gran Hacedor nos la corone de gloria, por cumplir su mandato de conquistar el mundo y todo lo que él contiene.